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La ONU decretó al 8 de Marzo como el Día Internacional de la Mujer en 1975, y uno de los eventos que dio pauta a esta conmemoración fue el incendio de la fábrica de camisas Triangle Shirtwaist que cobró la vida de más de 140 mujeres trabajadoras en el año 1911, sin embargo, 112 años después, las condiciones laborales de las trabajadoras de la confección siguen estando lejos de ser justas. “El Índice de transparencia de la Moda en México” presentado por FASHION REVOLUTION MÉXICO y ARLENICA, indica que la industria de las prendas de vestir genera alrededor de 500,000 empleos en el país, en donde 6 de cada 10 son mujeres. La revista GLAMOUR en colaboración con la CFDA (Consejo de Diseñadores de Moda Americanos), lanzó una encuesta sobre el estado de la industria de la moda llamado The Glass Runway, en donde se afirma que esta industria es sostenida por mujeres, ya que en promedio gastamos tres veces más en indumentaria que los hombres, e incluso, más del 85% de las personas graduadas en moda son mujeres, sin embargo, solo el 14% de las casas de moda más influyentes son lideradas por personas de este género. Así que, al igual que todas las demás industrias, la moda sigue siendo dominada por hombres, pero esto no significa que las mujeres no tengamos un rol crucial en ella. Sin duda, las trabajadoras de la confección son quienes hacen posible la existencia de esta industria, ya que sin ellas simplemente no se podría materializar ninguna prenda o accesorio, sin embargo, parece que la importancia de su labor siempre pasa desapercibida, incluso en artículos que hablan específicamente de la disparidad de género en este ramo. 

De manera que, nos parece importante preguntarnos ¿cómo podemos activar un verdadero cambio positivo si no se toma en cuenta a todas las personas involucradas en la cadena de valor? Por esta razón, en HILANDO HISTORIAS decidimos honrarlas este 8 de marzo con este artículo que expone el contexto actual, abre la conversación acerca de cómo mejorar sus condiciones salariales y laborales, e identifica cuáles son sus aspiraciones, necesidades y opiniones acerca de la industria textil y de la moda.

Al buscar “fabricación de prendas de vestir” en el sitio de INEGI dentro del Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas se arrojan 43,785 resultados, confirmando que México es una de las maquiladoras más grandes del mundo, generadora de millones de empleos. No obstante, las condiciones laborales de este ramo siempre se han caracterizado por ser bastante cuestionables. Las maquilas comenzaron a establecerse en México a mediados de la década de los setenta, en las ciudades fronterizas de Tijuana, Ciudad Juárez, Matamoros, Mexicali y Nogales. El objetivo de estas maquilas siempre fue reducir los costos de producción de las grandes corporaciones norteamericanas gracias a la cercanía geográfica, bajo este contexto, desde un inicio la mano de obra barata fue uno de los pilares fundadores de esta industria en el país, así como la falta de controles ambientales y ventajas fiscales ofrecidas por el gobierno mexicano. A la fecha, las condiciones precarias de trabajo en las fábricas siguen vigentes, tomando como ejemplo la tragedia de la maquila NEW FASHION en el sismo del 19 de septiembre de 2017 en la Ciudad de México, en donde sólo 100 de las 400 trabajadoras textiles pudieron salir debido a las malas condiciones del edificio y nulos protocolos de seguridad.

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Considerando que la disparidad de género sigue siendo un grave problema en la industria, y recordando que la mayoría de las personas empleadas en este rubro pertenecen al género femenino, no es sorprendente que la industria textil y de la confección perciba las remuneraciones más bajas de las industrias manufactureras, de acuerdo con la Encuesta Mensual de la Industria Manufacturera e Índice Nacional de Precios al Consumidor realizada por el INEGI en el 2018. Por estas razones, es imperativo reconocer a la disparidad de género como una de las causas principales de esta problemática, e iniciar la conversación sobre cómo y qué debe hacer la industria de la moda en México para mejorar sus condiciones salariales y de trabajo. Este contexto es muy importante para el escenario actual, no solo para las grandes trasnacionales, sino también para las marcas locales que se autodenominan sustentables, ya que, para merecer este adjetivo, deberían tener buenas prácticas a lo largo de toda su cadena de valor, incluyendo los talleres de confección con los que maquilan sus prendas en caso de no tener un departamento de producción interno. Aunado a esto, deben considerar que la sustentabilidad requiere cumplir cuatro pilares: ambiental, social, cultural y económico; por lo que es muy importante atacar la disparidad de género para alcanzar dicha responsabilidad social.

​​Para abordar mejor esta problemática, decidimos acercarnos desde dos perspectivas diferentes. En primera instancia, entrevistamos a Mireya Pérez Galicia, quien trabaja en el taller de vestuario de GRUPO TELEVISA y nos brinda su testimonio sobre las condiciones laborales en una de las empresas más grandes del país, invitándonos a valorar el trabajo de la confección como es debido. Por otra parte, también tuvimos la oportunidad de charlar con Socorro Torres, jefa de taller en SUNI ECO-LAB, una marca de uniformes médicos con filosofía sustentable ubicada en San Luis Potosí, quien nos compartió su basta experiencia en la industria, haciendo énfasis en las injusticias laborales,  la disparidad de género y la forma en que les ha hecho frente a lo largo de su carrera. Por último, tomaremos los testimonios de ambas para reflexionar sobre las problemáticas de la industria del vestido, y la importancia de la transparencia en la cadena de valor para que los consumidores podamos hacer compras más conscientes e informadas. 

Mireya Pérez Galicia
Cortadora del taller de vestuario para dama en Grupo Televisa.
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Mireya inició su vida profesional a los 17 años, trabajando en un taller de costura de su colonia, en ese momento sólo se dedicaba al arreglo y compostura de prendas, pero no hacía labor de diseño, trazado y confección. Ingresó a los 21 años a TELEVISA como personal de mantenimiento, pero a los 3 meses se le presentó la oportunidad de cambiarse al taller de vestuario, en donde trabajó 9 años como costurera, para después ascender al puesto de patronista, y actualmente desempeñarse como cortadora con cuatro personas a su cargo. Como costurera su labor se limitaba al armado de prendas o ajuste de acuerdo con las medidas de las actrices, y como patronista/cortadora, se dedica a trazar los patrones de los figurines presentados por las diseñadoras, y cortar las piezas en papel para que sus compañeras las confeccionen, así como marcar las prendas que se tienen que adaptar a medida. Cuando su carga de trabajo lo permite, también hace proyectos de manera independiente.

El horario de trabajo estipulado en su contrato es de 8:30 a 4:30 pm, pero sus jornadas pueden durar hasta 14 horas, e incluso, ha llegado a pasar la noche en las instalaciones cuando la fecha de entrega es muy ajustada. Afortunadamente, la empresa sí paga las horas extra, y ella afirma que gracias a esto sus ingresos aumentan significativamente. Generalmente, las jornadas de trabajo se vuelven más demandantes conforme los programas avanzan, y comenta que “ahí todo es para ayer.”  Nos compartió su experiencia en “La Máscara” donde el equipo comenzó a preparar la producción desde junio, incluyendo bocetos y materiales, sin embargo, no pueden avanzar hasta saber quienes serán las celebridades que usarán el vestuario para tomar las medidas y continuar con el proceso de diseño, por esta razón, el trabajo se acumula y la presión es mucho mayor en comparación con la etapa inicial del proyecto, tomando en cuenta que a cada producción se le asigna un equipo que consta de una patronista y tres costureras, el cual puede llevar hasta 3 proyectos simultáneos. 

Mireya comenta que en un inicio le costó adaptarse al trabajo debido a problemas personales, aunque con el apoyo del sindicato (SITATYR) pudo tener más confianza en sí misma, lo cual le ayudó a no permitir injusticias, y a exigir respeto tanto para su trabajo, como para el de sus compañeras. Ella considera crucial poner límites cuando los diseñadores no respetan los tiempos de trabajo del personal de confección, ya que no pueden absorber la responsabilidad por los retrasos o errores de otras personas, y afirma que “todo es como un relojito, un engrane empuja al otro.”

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Como ya mencionamos anteriormente, los horarios laborales de Mireya son muy demandantes, pero, a pesar de esto, ella muestra un innegable entusiasmo y pasión por su trabajo; esto no la ha exentado de sufrir los estragos del estrés debido a las tensiones entre su vida personal y profesional.  Al ser una mujer separada y madre de dos niñas, ha tenido que sacrificar tiempo con sus familiares y aprender a comunicarse de manera asertiva acerca de las exigencias de su ocupación. Esto trae a flote una de las problemáticas de género más comunes en la actualidad: la gran presión a la que se someten las mujeres al hacerse cargo de su familia y ser empleadas de tiempo completo, sobre todo en un área laboral tan demandante como lo es la industria del vestido. Mireya ha tenido que rechazar trabajos independientes para poder pasar más tiempo con su familia, ya que, a pesar de que le permiten administrar mejor su tiempo, no son lo suficientemente recurrentes, ni bien remunerados, como para generar un ingreso estable que le permita mantener a sus hijas, por lo que prefiere enfocarse en su empleo actual, el cual le ha brindado mucha satisfacción, orgullo, aprendizaje y crecimiento profesional.

Mireya nos confirmó que la fuerza laboral dedicada a la confección está ocupada mayormente por mujeres, ya que en su taller trabajan treinta mujeres y únicamente cuatro hombres. Y aunque afirma que no ha sufrido discriminación por género en este empleo, sí ha notado que muchas compañeras y compañeros no han soportado el estrés por las exigencias del puesto, llevándolas a renunciar en su periodo de prueba debido a los horarios y la dificultad, mismos que, incluso, les han llegado a causar enfermedades. No obstante, destaca que el buen ambiente laboral y sororidad entre sus compañeras aligeran la presión.

Por último, le preguntamos a Mireya qué podría ayudar a mejorar las condiciones laborales de las trabajadoras de la confección. En primer lugar, le gustaría extender una invitación a sus colegas a no devaluar su trabajo. Pero aún más importante, le gustaría exhortar a los consumidores a pagar lo justo y rechazar la práctica del regateo, ya que es un trabajo que requiere preparación, habilidad, y mucho tiempo de elaboración, sin mencionar el desgaste físico que implica.

Socorro (Coco) Torres
Jefa de taller en Suni Eco-Lab

Coco tiene una amplia trayectoria en la industria de la confección, la cual piensa que no debería ser considerada como un oficio, sino como una profesión. Inició su carrera cuando se vio en la necesidad de buscar un ingreso para ella y para sus hijos después de su separación, por lo que decidió maquilar en casa para poder cuidar a su familia, con maquinaria prestada a costo de un sueldo menor. Motivada por la necesidad, aceptó estas condiciones durante un año hasta que pudo comprarse sus propias máquinas y cambiar su vida. Trabajó un tiempo en San Luis Potosí, para después, tomar una oportunidad en Ciudad Valles en una maquila estadounidense, donde adquirió mucha experiencia y superación personal. Al intentar regresar a San Luis Potosí para brindarle mejores oportunidades a sus hijos, le fue extremadamente difícil conseguir trabajo debido a su edad, a pesar de solo tener 35 años en ese momento. Por esta razón, se postuló en una pequeña empresa, donde le dieron oportunidad de crecer hasta que la pandemia debilitó el negocio. 

Coco nunca dejó de aceptar proyectos independientes durante toda su trayectoria, reuniendo incluso un equipo de maquiladoras para surtir sus pedidos, resaltando la flexibilidad y alcance del negocio de la confección, destacando en paralelo el impacto en su calidad de vida, ya que afirma haber dormido de cuatro a cinco horas diarias durante varios años para cumplir con todas sus responsabilidades. Actualmente lleva ocho meses como jefa de taller en SUNI ECO-LAB, donde optimiza los patrones para una mejor producción y elabora las muestras con base en las necesidades de los usuarios, lo cual le da mucha satisfacción gracias a la calidad y visión ecológica de la marca. Aprecia mucho que su experiencia sea valorada, y que la remuneración y la carga de trabajo le permitan disfrutar el proceso sin estar contra reloj. 

 A lo largo de su trayectoria, Coco ha identificado varias limitantes en la industria que se relacionan directamente con temas de género. Por ejemplo, nos contó que intentó emprender pero no tuvo éxito debido a que sus maquiladoras se enfrentaban constantemente con situaciones personales que les impedían cumplir con su trabajo en tiempo y forma. También resalta que la paga por prenda es muy baja y eso ocasiona que la carga de trabajo tenga que ser muy alta para poder percibir un salario significativo, esto, aunado a las altas expectativas sociales de la figura materna, contribuyen a que no exista un balance entre la vida laboral y personal de las trabajadoras. 

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Por otra parte, nos cuenta una experiencia que confirma lo arraigada que se mantiene la mentalidad machista en estos espacios de trabajo. Durante su empleo en la maquiladora estadounidense de Ciudad Valles, fue nombrada supervisora del área modular con casi 120 personas a su cargo, en donde un coordinador de operaciones no se cansó de demeritar su trabajo, ya que pensaba que no merecía el puesto. Ella pudo sobrellevar la situación enfocándose en objetivos, resultados y manteniendo un carácter firme para no dejarse intimidar, no obstante, reconoce que no todo mundo puede resistir de la misma manera. En ese mismo empleo, una de las empleadas a su cargo sufrió acoso por parte de un trabajador, pero al tomar acción y resolver la situación, el trabajador comenzó a enviar objetos indeseables a su oficina, y la violencia escaló al punto de recibir una carta amenazando la integridad de su familia. Afortunadamente esta amenaza solo fue un mes antes de que ella presentara su renuncia y se mudara de ciudad, por lo que la situación no pasó a mayores, aunque es importante resaltar que el departamento de Recursos Humanos no le brindó el apoyo necesario con los primeros signos de alerta, sino hasta que la situación escaló a ese nivel, destacando la falta de protocolos en las empresas para combatir la violencia de género. 

Coco también resalta que a lo largo de su trayectoria ha podido notar que la costura es una profesión ocupada por mujeres, en su mayoría, madres solteras, y declara: “La mujer no es fuerte, es resistente, porque aguantas todo por tu familia, tu familia siempre es el soporte principal.” Pero también reconoce que no todas las mujeres pueden contar con el apoyo de sus seres queridos, por lo que tienen que valerse por sí mismas. Por esta razón, ella asegura que el servicio de guardería debe ser un apoyo prioritario por parte de las empresas para las trabajadoras de la confección, ya que, en un mundo ideal, tanto los padres como las madres tendrían las mismas responsabilidades para con sus hijos, pero actualmente la mujer es quien asume significativamente la labor de crianza y educación. Las declaraciones de Coco nos provocan reflexionar acerca de la presión social que ejerce la maternidad sobre la mujer, y la inevitable correlación con las injusticias laborales, en donde incluso evitan contratarlas para no brindarles las prestaciones que la maternidad requiere. Sobre esto, Coco afirma: “No es justo porque a veces las mujeres hasta se ponen al bebé encima y siguen trabajando.” 

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Tomando en cuenta lo anterior, Coco nos expresó su opinión para mejorar las condiciones laborales de las trabajadoras de la confección. Observa que últimamente la ropa se ha abaratado mucho, y se ha vuelto desechable, por lo que los consumidores deberían optar por ropa de mejor calidad, que dure muchos años, y de este modo, el trabajo de las costureras sería mejor pagado y revalorado. Bajo esa premisa, afirma que se debe buscar un equilibrio de justicia entre el empleado, el emprendedor y el consumidor. Sostiene que en esta carrera, es muy común no contar con seguro social ni prestaciones, por lo que, el gobierno debería dar facilidades en el pago de impuestos a los emprendedores durante los primeros cinco años, para que inviertan ese dinero en dar mejores condiciones laborales a sus empleadas. 

También invita a todos nuestros lectores a concientizarse sobre la naturaleza artesanal de la costura, ya que es un trabajo manual, muy creativo, que implica un largo proceso y desgaste físico, lo cual es ignorado por los consumidores. De igual forma, le gustaría visibilizar que las maquiladoras que trabajan en casa, además de aportar su propia maquinaria, no son capacitadas para el manejo seguro de las mismas,  y tampoco reciben apoyo para gastos fijos, ni mantenimiento, ni refacciones. Al mismo tiempo, las empleadas que trabajan en fábricas generalmente tienen horarios más extremos y mayor carga de trabajo, por lo que quiere despertar conciencia sobre la condición humana de las costureras, ya que debido a las malas condiciones laborales, cada vez menos gente opta por esta profesión. Por último le gustaría hacer un llamado a las nuevas generaciones de emprendedores a tomar acción en estas problemáticas y mantener la mente abierta ya que nunca dejamos de aprender. 

Después de ambos testimonios, cabe precisar que la disparidad de género es un fenómeno muy complejo que afecta la vida de las mujeres en muchos niveles. No se puede abordar esta problemática y limitarse únicamente a los espacios de trabajo, ya que es un problema sistémico que no termina después de la jornada laboral, y para llegar a la raíz, se deben cuestionar y abolir los roles de género tan arraigados en la sociedad. Sin embargo, la complejidad de la disparidad de género no deslinda a las empresas de crear políticas que promuevan la equidad para propiciar un campo laboral más justo dentro de esta estructura diseñada para que los  hombres sean quienes tengan más oportunidades de escalar profesionalmente al desprenderse de las labores de cuidado y delegarlas a las mujeres. Tampoco debemos romantizar el estrés y la sobrecarga de trabajo que sufren las madres solteras bajo el concepto de mujeres luchadoras que pueden con todo a costa de su salud física y mental. Las maquilas deben crear protocolos claros que combatan la violencia de género y creen espacios seguros, así como ofrecer salarios dignos, pago de horas extra, proporcionar la maquinaria de trabajo y su mantenimiento, brindar protocolos y equipo de seguridad, contratar más personal para evitar jornadas laborales inhumanas, contar con seguro social, prestaciones de ley y superiores que tomen en cuenta las necesidades de la maternidad.

Al mismo tiempo, la industria de la moda debe prestar más atención a lo que sucede en la cadena de valor y considerar a todos los agentes involucrados -no solo a los creativos- para poder lograr el discurso ético que tanto promueven. Esta industria implica mucho más que las pasarelas, las editoriales o las campañas de marketing; y aunque la creatividad es fundamental, el foco no puede apelar únicamente a lo visual y estético. Las condiciones extremas a las que se someten las trabajadoras de la confección para cumplir con las demandas de un mercado masivo son simplemente inaceptables en pleno 2023, sobre todo en una industria que se jacta de promover la innovación y la visión futurista. La transparencia en los procesos de fabricación de las prendas es el primer paso para fomentar un cambio verdadero en las condiciones laborales de las trabajadoras de la confección. Y aunque las empresas y las instituciones gubernamentales son las culpables de este lamentable entorno laboral, los consumidores sí podemos contribuir a la dignificación del trabajo de confección al informarnos y cuestionar a las marcas acerca de sus procesos de producción, ser más críticos al momento de consumir, no dejarnos influenciar por el greenwashing o el socialwashing de los grandes conglomerados y optar por marcas locales con producciones pequeñas que brindan un ambiente seguro para sus empleadas. Y aunque es cierto que estas últimas tienen precios más elevados ya que pagan lo justo por la producción de sus diseños, la solución es bajar el ritmo de consumo, evitar la presión por las tendencias, comprando así prendas atemporales de buena calidad, que valoremos y queramos conservar a largo plazo.

Por último, compartimos el contacto de la fundación Rosa Luxemburgo, a quienes se pueden acercar para pedir apoyo en caso de injusticias laborales y de género: 
+52 (55) 5544 5500 y 5544 3097
info@rosalux.org.mx