Este fin de semana me lancé al quincuagésimo cuarto aniversario de LA CIUDADELA, el primer mercado de artesanías de la Ciudad de México.

Debido a su aniversario se realizaron diversas presentaciones como danzas, luchas libres y conciertos que dejaron ver lo pluricultural que es México.

La historia de LA CIUDADELA data del año 1965 al realizarse la primer Feria de artesanías en este espacio ubicado en Avenida Balderas y Plaza de la Ciudadela, colonia Centro. Más tarde, en 1968 durante los JUEGOS OLÍMPICOS la sede fungió como mercado de artesanías de souvenirs mexicanos con el que el gobierno mostró el patrimonio artesanal del país y en 1970 tuvo el mismo propósito en LA COPA MUNDIAL DE LA FIFA. Gracias al enorme éxito que obtuvo, LA CIUDADELA se mantuvo de forma permanente.


Al realizar un recorrido por los pasillos observé que realmente hay una diversidad de productos artesanales enorme como son talavera, vidrio soplado, barro, alebrijes, joyería de plata, piedras preciosas y ámbar, muñequitas de totomoxtle (hoja de maíz) y textiles de diversos estados.

Estos últimos llamaron más mi atención, pues pude observar que había varios puestos vendiendo prendas de Guatemala, a lo que los mismos vendedores decían que provenían de Chiapas, así mismo, me encontré con varias blusas con bordado de Puebla, de esas que ahora vemos cada 15 de septiembre con bordado realizado en máquina industrial que ha reemplazado el trabajo a mano de las artesanas.

No pude evitar preguntar por el origen de estos textiles y de otros productos artesanales y me llevé la sorpresa de que varios vendedores no sabían con exactitud la procedencia o siquiera diferenciar entre una artesanía y otra. Creo que es muy importante conocer sobre el origen de lo que compramos y me parece que quien vende debe saber con exactitud y estar informado sobre esto.

No estaría nada mal que si LA CIUDADELA es el mercado de artesanías más importante de México, se les diera una capacitación a quienes venden aquí para que realmente sepan lo que ofrecen y así, cuidar mucho la historia de los productos y poder contarla a visitantes extranjeros y nacionales.

Está en nuestra responsabilidad preguntarnos e investigar de dónde viene lo que consumimos, quién lo hace, cuál es su origen, de qué material está hecho, cuánto tiempo tarda en hacerse, para así, poder tener una conexión real con estos productos y mantener vivas las tradiciones.